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domingo, 23 de marzo de 2014

Noche de Tentación, de Érika Gael

¿Y yo por dónde empiezo a explicar todo lo que esta nueva novela de Érika Gael me ha hecho sentir?

Es difícil hablar de un libro sin desvelar nada de la trama, pero es que no quisiera contar ni siquiera un poquito porque me gustaría mucho que todo aquel que lea la novela se dé de sopetón con lo que hay y se sorprenda y se emocione como yo.

Digamos, como ya lo hace la sinopsis, que esta es una historia de amor de segundas oportunidades. Pero no es una historia de amor cualquiera, sino la que se da entre un ángel y un demonio. Una historia de amor y odio, de rencor, desconfianza, traición y malentendidos que viene durando ya 6000 años.

Hace falta escribir tan estupendamente como solo Érika sabe hacerlo, para conseguir que casi 400 páginas de novela se conviertan en la necesidad perentoria de bebértelas sin apenas respirar. La imposibilidad (por las obligaciones, obviamente) de poder leer la novela del tirón, me obligaron a dejar el libro bien entrada la madrugada. Mi primer pensamiento según abrí los ojos a la mañana siguiente, fue para él. Algo así solo me pasa con novelas que son fantásticas y que me obsesionan de tal forma con su historia, con saber cómo sigue, con saber cómo acaba, que no hay manera de quitármelas de la cabeza.

Cualquiera que haya leído una novela de Érika Gael, asegurará, como lo hago yo, que desborda imaginación. Pero su mayor logro, su mayor don en cuanto a su capacidad para fabricar ilusiones se refiere, es que consigue hacer verosímil el mundo que crea. No debería haberme pillado de sorpresa, pues con Noche de Mardi Gras ya lo viví, sin embargo, en Noche de Tentación otra vez ha vuelto a dejarme con la boca abierta.

En cuanto a sus protagonistas, os cuento que Angélica es un ángel, claro, pero es también una mujer. Una mujer con su fuerza y sus debilidades, con sus sueños y sus anhelos, y con un corazón roto y vacío a fuerza de traición y desconfianza. Una mujer que amó con la inocencia de una niña y que con la confianza de una criatura, se dejó convencer cuando le contaron que su amor la engañó. Una mujer a la que le cortaron las alas sin darle opción a decidir ni pensar por sí misma. Angélica es, por tanto, buena y dulce, sensata y tranquila, formal, confiada y responsable y nunca, nunca, nunca se salta las normas establecidas.

Asmodeus es... Asmodeus es un diablo, uno de los ángeles caídos. Pero también es el hombre que estuvo enamorado hasta el tuétano de una fría y calculadora mujer que no solo le engañó a él, sino que también lo hizo con todos sus compañeros. Asmodeus sufrió desgarradoramente no solo por la traición de Angélica, sino por la crueldad a la que se vio sometido cuando fue expulsado de su hogar. Y está muy dolido y muy cabreado y muy amargado, y ni quiere ni puede ni le da la gana perdonar. Ni olvidar.

Angélica tiene que cumplir una misión en la tierra, en París, para ser más exactos. Asmodeus, que está hasta el tridente del Infierno, decide darse un garbeo por París... precisamente.

Y en París, una ciudad que adoro y que con solo decir su nombre se me calienta el alma, transcurre esta apasionada, trepidante y emocionante novela confeccionada con sensibilidad, inteligencia y mimo. Un libro cargado de matices en el que hay momentos que no puedes por menos que echarte a reír porque tiene unos golpes brillantes, y ocasiones en las que el corazón se sobrecoge de dolor y angustia. Un escenario fantástico para contar la historia de un amor apasionado, ardiente, impetuoso, arrollador.

Los diálogos entre la pareja son buenísimos y los momentos íntimos... los momentos íntimos... Asmodeus es el pecado de la lujuria, así que, ¿vosotras qué pensáis? Pues imaginad lo que queráis y seguro que os quedáis cortas. ¡Alucinantes!

Mención especial a la ambientación, al París en el que transcurre la historia, a esa documentación exhaustiva que sin duda ha tenido que realizar la autora, porque leyendo la novela te das cuenta de que no ha dejado nada al azar. Porque el París que nos enseña no es el convencional. Incluso el Sena tiene su merecido, dulce y romántico protagonismo.

Y matrícula de honor para la forma en la que está estructurada la novela, la manera en la que está planteada para contar el ayer, el antes y el ahora de cada uno de los protagonistas y de los dos juntos. Por la valentía de elegir al malo de la novela (¡qué genial y qué buena la explicación del por qué!). Por escribir como los ángeles, por mimar el lenguaje, por respetarlo, por cuidar hasta el último detalle y hacerlo tan maravillosamente bien.

Me pasó con Noche de Mardi Gras y me ha vuelto a pasar con Noche de Tentación. Me he quedado enganchada al Infierno y a sus Príncipes, y suplico a su autora (a la que también estoy enganchada sin remedio) que nos cuente más de ellos.

¡Estupenda novela!

 

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